El término "Obra Maestra", tan libremente otorgado hoy día tiene en la historia un significado mucho más solemne. Durante la Baja Edad Media, la obra maestra de un artesano era aquel trabajo culmen de sus habilidades que le garantizaba el más alto reconocimiento de sus colegas de gremio. Y en teoría se trataba de un trabajo tan increíble y minucioso que el propio artesano no podría llegar a igualarlo jamás durante el resto de su vida. Siguiendo esta referencia, me parece no equivocarme cuando digo que Forrest Gump es justo eso: La Obra Maestra del director norteamericano Robert Zemeckis. Y teniendo en cuenta que el señor Zemeckis cuenta con varias películas excepcionales y de culto en su proverbial claqueta es decir mucho. Es más, es decir un huevo.
Pero créanme si digo que hay razones de peso para afirmar esto. El biopic del fictico Sr. Gump está revestido de ese nosequé que hace que cada vez que la veas sea una experiencia más emotiva y profunda que la anterior. Esa magia tan maravillosa como poco común que impregna los mejores libros y películas y los eleva a la intemporalidad.
La trama está repleta de referencias a los acontecimientos más significativos (y otros no tanto) del último siglo en Estados Unidos, en los que de un modo u otro el bueno de Forrest se ve involucrado. Sin embargo y a pesar de su relevancia, la historia de verdad se centra en el transcurso de la existencia del protagonista, hilvanando un relato divertido, entrañable y por encima de todo, muy tierno. Porque ante todo Forrest Gump es, como dice su tagline La Historia de una Vida. De una vida que llegaría a la inmortalidad desde el momento en que Forrest, sentado en un banco y con cara de concentración pronunciase su famosa frase "Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones..."
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Hace 1 mes