lunes, 21 de diciembre de 2009

"Il Cavaliere" se topa con su molino




Le hicieron


domingo, 20 de diciembre de 2009

Las decepciones en 3D NO son menos

 .   .   . 
Ayer acudí al estreno del evento fílmico del año: Avatar, la última macrosuperproducción hollywoodiense y a la postre regreso a la palestra del extraordinariamente sobrevalorado director James Cameron.
 Y tengo que decir que al término de las dos horas y 42 minutos que duró la película me sentí estafado y sobre todo muy cabreado. Estafado por haberme dejado quitar un fragmento de vida por un payaso pedante y estúpido que me ofreció a cambio una basura repleta de pretensiones y nada más. Y cabreado porque las cien personas que habían a mi alrededor se levantaron al final de la película y aplaudieron.
 Y es que Avatar aúna en sus 162 minutos de metraje los defectos más claros que la industria norteamericana tiene a bien defecar en los últimos tiempos. Películas como G.I. Joe, Transformers o la añeja Independence Day son producidas y publicadas porque en Hollywood nos toman por gilipollas.
 Como dato curioso, parece ser que James Cameron tardó 12 años en hacer esta película. Esto sólo es comprensible bien porque Jimmy sea un caradura o bien porque sea retrasado tipo borderline. Si no, no se explica que este bodrio haya tardado tanto en ser abortado a nuestras pantallas. Máxime cuando la historia es un plagio LITERAL de las remilgadas películas de animación Ferngully y Pocahontas. De hecho TODOS los personajes de Pocahontas aparecen representados en esta película. La indígena ecologista y princesa de la tribu. El apuesto soldado extranjero que acaba poniéndose de parte de los nativos y en contra de sus despiadas órdenes. El sabio y anciano Jefe. Y cómo no, el orgulloso joven guerrero prometido con la princesa que desconfía del extraño y le zancadillea en su iniciación tribal. Hasta tienen su propia abuela sauce, en la forma de árbol místico con (manda huevos) sospechosa forma de sauce llorón.
 Los humanos tampoco se salvan de estar estereotipados hasta lo infinito. En especial el Coronel comosellamase. Memorables son algunos de sus diálogos, con frases como "Eres un traidor muchacho. Pero maldita sea, tu información nos será muy útil. Si no fueras un hombre te daría un morreo" o " A la primera ronda invito yo" (tras reventar un árbol gigante con su escuadrón). O el malvado ejecutivo de La Compañía, personaje soberbio interesado tan sólo en el mineral que hay en las tierras de los indígenas y que deshecha sus tradiciones como arcaicismos propios de salvajes.
 El resto de personajes son tan útiles a la historia como un mono de tres cabezas y tan planos como el encefalograma de los idiotas que celebran esta película.
  El mensaje ecologista no puede ser más trillado, demagogo y pueril. Cameron se saca de la manga una especie de teoría de Gaia funcional y rodea al concepto de Naturaleza de misticismo y energías espirituales,   pedazo chorradas New Age como un piano de grandes. El final, acorde con todo ello, muestra a los aborígenes y animales varios del planeta venciendo a los malvados soldados humanos en la mejor tradición Ewoks Vs. Imperio que tanto descrédito le valió a George Lucas. Y sin embargo aquí, lo aplauden.
 Del resto, ni siquiera me acuerdo. Aunque sí de la sensación de estar viendo cosas que he visto una y mil veces antes. Los diálogos manidos, las situaciones de siempre, una y otra y otra vez, tópico tras tópico.
 A favor, la espectacularidad de los paisajes y la fauna, aunque tampoco tanto, ni tan original. La mitad de los paisajes se han visto una y mil veces en viedeojuegos como el Icewind Dale, o los Final Fantasy. Y el resto acababa haciéndose confuso por el dichoso 3D que realmente le resta color a la imagen sin aportar gran cosa, ni siquiera en las escenas de acción.
  Y todo esto, dejando de lado algunas consideraciones xenológicas. Fíjate lo curioso de la evolución que a millones de kilómetros de nuestro planeta se consigue gestar una raza sentiente de supormodelos azules de tres metros con tentáculos simbióticos en sus cabelleras, lenguaje corporal calcado al nuestro y que, curiosamente follan igual que los humanos cursis. Esto es, abrazaditos, sentados y despacio.
 Lo único inteligente de la película es el momento de su lanzamiento, en fecha próxima a la cumbre de Copenhage por el cambio climático. De esta forma, se consigue que el público aplauda como focas al término de semejante despropósito, porque les ha unificado su yo salvaje y masturbado los chakras con la dulzura de un padre amoroso.
 Repito, Hollywood nos toma por gilipollas y con toda la razón del mundo. Porque lo somos. Dejamos que nos meen en la cara y sonreímos pidiendo más. Y luego aplaudimos. El público es cada vez más estúpido o menos exigente, y los directores como Michael Bay o James Cameron son cada vez más sinvergüenzas a la hora de cocinar su cacota y servirla humeante ante nuestros anhelantes ojos.
 Pues nada.
 Capullos del mundo Bón Appettit.

martes, 15 de diciembre de 2009

Un chiste...


 Hace unos días, la madrugada nos sorprendía a un amigo y a mí volviendo a nuestros respectivos hogares. Y hete aquí que por azares de la vida se me ocurrió un chiste muy malo, que nos hizo pasar un rato muy bueno. Unos quince minutos de risa floja más o menos.


- Buenas, esteee ¿Tienen sentimientos acá?
- Sí, caballero, nos quedan Ira, Envidia y Lujuria           
- Estupendo, me quedo con la Ira
- ¿Se la envuelvo? 
- No, me la llevo puesta hijo de la gran puta.

Hala, a pasarlo bonito.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La generación del refrito.

    Desde la primera vez que se emitieran dibujos animados en estas castellanas tierras, las generaciones de personas han ido desarrollado una tendencia a autodefinirse (en parte al menos) en función de las series que mamaron de pequeños. Tendencia que culmina en los ochenta con la afamada Bola de Cristal y una generación entera marcada por la cultura, la contracultura y los tupés desenfrenados de Lokillo. Desde el Andén Hueco hemos recopilado grandes cantidades de información hasta conseguir catalogar 4 grandes épocas televisivos que, al igual que la historia humana, se han sucedido desde la primera vez que los dibujos de la Warner y Hannah Barbera entraran en nuestras vidas. En un colorido torrente que fertilizaría las estériles mañanas de Sábados y Domingos. A grosso modo serían:
 - TexAveryzoico: La primera gran Era de la televisión animada. El estado virgen de las franjas horarias del desayuno y la merienda, unido a lo cálido del clima auspiciado por los lujuriosos bigotes de José María Íñigo  permitió el surgimiento de gigantes como Bugs Bunny, el Correcaminos o Don Gato. A finales de esta gran época se producirá el asentamiento de las grandes dinastías familiares, encabezadas por los Picapiedra.
  - La Revolución Oriental: Era convulsa marcada por las grandes invasiones niponas. Durante años las familias Hannah - Barberianas se verán asediadas por los corderitos de Heidi, el Mono Amedio y los pechos autopropulsados de Afrodita. La conclusión llegará con la aparición de espantosos híbridos europeo - japoneses como Vicky el vikingo o la Abeja Maya.
 - La Era del Enchufe: La más laureada de todas. A principios de los 80 surge en España un programa infantil petado con los personajes más icónicos de la Movida, que supondrá el mayor hito en la TV para niños de la historia de este país. Además tenían a los fraggels.
 - Megatríxico: La última Gran Era cuyas generaciones ya están creciditas. Fue una época totalmente insulsa y cutre, cuyos máximos exponentes eran los power rangers y los pokémon. Poco más que decir. Salvo que la mayor parte salieron idiotas.
  ¿PERO Y NOSOTROS?
 ¿Donde quedan los que nacimos a mediados de los ochenta y que vimos la televisión a principios de los 90?
  Desde el Andén Hueco queremos reivindicar a toda ese generación que verano tras verano veíamos los mismos capítulos de Oliver y Benji. A los que nos sabíamos de memoria los diálogos de Bola de Dragón de tanto verlos. A los que oímos una y otra vez las canciones de Willy Fogg, de Dartacán o de Chicho Terremoto hasta ser lo bastante mayores como para hacer versiones obscenas de ellas. Los chicos y chicas que alucinamos cuando vimos al cuervo falso de Alfred J. Quack volverse nazi. Sí, muchachada, a todos esos que merendamos con club Disney, lloramos la muerte de David el gnomo y supimos de la homosexualidad gracias a los Caballeros del Zodíaco.
 A todos nosotros que crecimos alimentados de reposiciones y no salimos gilipollas a pesar de no tener los pechos de Alaska para nutrirnos con láctea sabiduría.
 A nosotros, LA GENERACIÓN DEL REFRITO.